Y no dejaste de empujar, tal vez, porque quieto se siente peor. Abandonar es más fácil que nada.
About Me

- Lili
- Supe de golpe que algunos amores más vale perderlos, pero jamás nunca antes de encontrarlos. Igual que vos, al hombre del prójimo jamás lo deseo... Excepto los Lunes, los Viernes de lluvia y algún que otro Enero. Si querés enamorarme, no me tomes en serio y ni se te ocurra ponerle al vino hielo ♪ Amo la música, viajar, editar, hacer deporte y mi libertad. Odio las mentiras, la gente negativa y, sobre todo, la rutina. No me estreso por llegar a ser la MEJOR en lo que haga, sino por hacerlo BIEN. Y defiendo a los míos contra quien sea; después de todo, son mi motor... elee.17@hotmail.com
Si uno se deja domesticar,
corre el riesgo de llorar un poco.-
miércoles, 24 de noviembre de 2010
- Joaquín
Relación como la que tengo con él fue la primera que me hizo creer en la amistad entre el hombre y la mujer. Lo irónico es que me lo enseñó después de haber sido novios, pero encontrar a alguien del sexo opuesto que, en la adolescencia, pueda demostrártelo con creces, merece ser recordado...
A Joaquín lo conocí por el 2003, a mis doce años. Cuando el tenía sus catorce cargados de experiencia en varias cosas, yo, todavía, era una experta en cuanto a tema de Barbies y al manchado se trataba (que no era pavada). Resulta que un día estaba yo andando en bicicleta y una borrega de mi edad (vecina mía) me desafió a jugar una carrera, la cual de entrada sabía que me iba a ganar, porque, si bien el manchado era lo mío, fui, soy y seré una vaga en cuanto al deporte y la flaca parecía dominar esa zona(?). Conclusión, me ganó y así como vino, se fue. No la ví más por un tiempo, hasta que (no me pregunten cómo, porque tengo una laguna mental importante) comencé a compartirle toda mi sabiduría barbierial y ella, su dominio deportivo. Éramos una dupla interesante para esa edad; tan así que se convirtió en mi mejor amiga a la brevedad (me acuerdo que, en ese entonces, tenía una especie de pirámide de amistad bastante patética).
Y así transcurrió el tiempo.
Pasados unos meses, me encontraba yo, de nuevo andando en bicicleta, dirigiéndome hacia mi casa (entiéndase que, para llegar a destino, antes tenía que pasar por la casa de mi mejor amiga en ese momento). Sorpresa me llevé cuando, al ir acercándome, observé que estaba mi amiga esperando, expectante, que yo pasara por ahí, pero no estaba sola, sino que la acompañaba un flaco unos años más grande que nosotras dos, el cual procedió a tirarme una iguana de juguete, sí, una iguana de juguete que casi hace que lo odiaria por el resto de mi adolescencia.
Al finalizar ese mismo día, me enteré de dos cosas: Que mi amiga tenía un hermano mayor y que a mí me gustaba. Obviamente, esto nunca, nunca llegó a oídos de mi amiga; hasta llegué a pedirle a mi madre que hiciera el trabajo sucio de contarle a ella sobre mi amor platónico, pero siempre me terminaba arrepintiendo antes de tiempo.
El tiempo siguió pasando. Me hice muy amiga de él. Mi corazón tomó otros rumbos (siempre amores platónicos). El de él también. Confieso que la razón más importante por la cual, en su comienzo, Joaquín dejó de gustarme fue porque sabía que todas las pendejas, absolutamente, se desvivían por él, por ende, me lo hacía muy creído, y no sé si por el poco instinto competitivo que tengo, o porque ya en ese entonces me hacía la rebelde, que el hecho de que fuera un rubiecito de ojos claros no me quitaba el sueño en lo más mínimo.
Llegamos a divertirnos muchísimo los tres; era algo de lo más sano. Si bien él nos llevaba dos años, casi tres de diferencia, siempre pareció entender que teníamos una inocencia que preservar y nunca quiso afectar nada de eso, es más, creo que se sentía bien estando con nosotras porque podía olvidar todos sus mambos y hacer de cuenta que era un niño de nuevo.
Por cosas de la vida, mi amistad con su hermana se terminó. Distintos liceos; distintos rumbos. No obstante, sigo teniendo buena onda con ella hasta el día de hoy.
No obstante, con su hermano seguí compartiendo la misma cantidad de tiempo que antes, y eso hizo que la imágen creída que tenía de él fuera cambiando. Gracias a largas tardes en las que lo ayudaba con sus deberes de inglés, ba, se los hacía mientras él me confesaba que nunca le gustó celebrar su cumpleaños y demás detalles vanos, fui conociéndolo cada día más y supe darme cuenta de que él, en verdad, no era consciente de todo lo que causaba en el sexo opuesto y fue éso lo que más me gustó. Ni idea tenía de que me hablaba y yo me babeaba por todos lados o me ponía colorada, simplemente no se daba cuenta.
Pasaron 3 años mas así, hasta que un día me dio un beso y me dijo Pendeja, no quiero estropear esto, pero se me hace jodido ya. Y fue así como, en setiembre del 2006, nos pusimos de novios. No obstante, una relación bastante liberal; sin compromiso alguno (ba, qué compromiso se puede asumir a los 16 años?). Teníamos en común, entre otras cosas, esas ganas de ir contra el mundo; de ser dos y de demostrarle al resto que no se necesitaba más.
Fueron diez meses cargados de todo. De rateadas del liceo sólo para ir a verlo. De idas y vueltas como toda relación medianamente larga en la que formo parte. Lo ayudé a superar sus mambos, él me enseñó más que cualquier otra persona en cuanto a amor y otros males se trata. Él era una especie de rockstar, que me cantaba canciones de Los Ratones siempre que podía (los cuales nunca me gustaron. Nunca), y yo era su groupie. Nos lastimamos mucho también. Y fue un día que nos cansamos de remarla porque, consciente o inconscientemente, lo único que el quería encontrar en mí era un escape y, yo con él, quería quemar etapas.
Después de terminar, pasó el debido tiempo, hasta que él se acercó a hablarme con la misma naturalidad con la que, por aquél 2003, me tiró esa iguana de goma. Y es desde ese entonces que retomamos esa amistad, no volvimos a ser mejores amigos, pero es una gran amistad al fin. Sé que ni loca volveríamos, no es algo que se nos cruce por la mente, es más, él actualmente sale desde hace mucho tiempo con una amiga mía y yo... Bueno, es otro capítulo.
Tenía ganas de hablar de él porque es una herida que supo sanar. No me duele hablar de él, sino todo lo contrario. Supo enseñarme, a grandes rasgos, lo bueno y lo malo de enamorarse y, sobre todo, de confundir una amistad. Afortunadamente, nunca más cometí(mos) el mismo error... Se ve que, después de todo, algunas lecciones sí aprendo.-
